. Boletín de la Sociedad Española de Historia Natural. Natural history. 182 BOLETÍN de la real sociedad española se vuelven á encontrar de la misma manera en tres individuos. En otros dos ó tres, la unión de la pierna con la cadera se hace de tal modo, que cualquiera creería ver allí la indicación de una especie de pantalón corto. Esta interpretación no parece ser del todo verosímil si se tiene en cuenta la gradación insensible entre los personajes vestidos y aquéllos, realmente desnudos, pero con jarretera» (figu- ra ). Esto es todo lo que acerca de este asunto dicen los referi- dos autore


. Boletín de la Sociedad Española de Historia Natural. Natural history. 182 BOLETÍN de la real sociedad española se vuelven á encontrar de la misma manera en tres individuos. En otros dos ó tres, la unión de la pierna con la cadera se hace de tal modo, que cualquiera creería ver allí la indicación de una especie de pantalón corto. Esta interpretación no parece ser del todo verosímil si se tiene en cuenta la gradación insensible entre los personajes vestidos y aquéllos, realmente desnudos, pero con jarretera» (figu- ra ). Esto es todo lo que acerca de este asunto dicen los referi- dos autores Sres. Breuil y Cabré. Es preciso parar mientes en el importantísimo detalle que citan y que se refiere al hecho de ser únicamente las figuras masculinas las que en las respectivas escenas de Cogul y Alpera llevan el precitado ador- l / \ no en la rodilla. También nosotros he- » ( \llí mos ^e conceder preferente atención á \| étk este detalle, por el interés extraordina- rio que tiene para la tesis que hemos de sustentar en el presente trabajo. Preséntasenos aquí la cuestión de si la jarretera, como adorno del hombre paleolítico, fué patrimonio exclusivo de los pueblos paleolíticos que habitaron la región oriental de la Península Ibérica ó si estuvo «en moda» también en otras comarcas europeas. Buscaremos la contestación, primero, en el arte parietal y «mobiliar» del Nor- te de España, de Francia y de Europa central y además en las sepulturas pa- leolíticas. Pero antes haremos constar, que desde luego, cuando se sale de las comarcas paleolíticas del SE. de España, dotadas de un arte tan genuino y característico, entra- mos en centros de civilizaciones que, aunque no de otra etapa, di- fieren seguramente por variaciones debidas á causas naturales geo- gráficas ó étnicas. Por de pronto queda aquí resuelto el problema por lo que se re- fiere á las comarcas de fuera de la Península Ibérica, con la afirma- ción categórica de


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