La captura de Sorocaima . o las cascabeles, corales, mapanares y otrasmuchas de mordedura mortal que habitaban enaquellas montañas. En cambio, enroscando supoderoso cuerpo sobre la presa privánle de larespiración hasta matarla. Pasado este inesperado incidente que pudocostar la vida al joven y generoso Paina, prosi-guieron el camino. A medida que ascendían, lamarcha se hacía más penosa, pero ninguno dabamuestras de cansancio. Habiendo ya alcanzadola cumbre se adelantaron hacia una pequeña ex-planada o plataforma rocosa, desprovista de ve-getación, desde la cual se dominaba el valle entoda su e


La captura de Sorocaima . o las cascabeles, corales, mapanares y otrasmuchas de mordedura mortal que habitaban enaquellas montañas. En cambio, enroscando supoderoso cuerpo sobre la presa privánle de larespiración hasta matarla. Pasado este inesperado incidente que pudocostar la vida al joven y generoso Paina, prosi-guieron el camino. A medida que ascendían, lamarcha se hacía más penosa, pero ninguno dabamuestras de cansancio. Habiendo ya alcanzadola cumbre se adelantaron hacia una pequeña ex-planada o plataforma rocosa, desprovista de ve-getación, desde la cual se dominaba el valle entoda su extensión. Sin embargo, desde aquellaaltura y debido a la oscuridad reinante no eraposible localizar el curso del río que debía nacerjustamente al pie de esa cumbre. La montaña caía en aquel sitio a pico, y sólo se podía descender por lavertiente conocida por el viejo Tuna. Al finalde ella comenzaba el valle, desprovisto de vege-tación en una pequeña extensión, por la cual — 58 —. tenían necesariamente que pasar para llegar alGuaire. Estaban ya dispuestos a iniciar el descenso,cuando Mare que se había adelantado algunosmetros del grupo, volvió apresuradamente y lesdijo: —Vengan y miren allá abajo. Si no me equi-voco parece que arde una fogata justamente alpie de la vertiente en donde comienza el valle. Todos dirigieron la vista hacia el sitio queseñalaba Mare y pudieron comprobar que teníarazón. No cabía la menor duda de que alguienacampaba en aquel lugar, alrededor de una fo-gata. ¿Quiénes podían ser? ¿Cazadores de la tribude Macarao que pernoctaban allí? ¿Soldados es-pañoles avisados de la expedición de Sorocaima,apostados en aquel estratégico punto? Haciéndoseesta y otras conjeturas Sorocaima y sus com-pañeros comenzaron a descender cautelosamentey a poco llegaron a escasa distancia de la ho-guera. —¡Maldición! —exclamó Topo fuera de sí—,son los malvados blancos. ¡Ya van a saber quiénes Topo! En efec


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