Historia de la Villa y Corte de Madrid . asperezas de la montaña, formalizó desde luego el sitio de la ciudad. Era escasala guarnición, y el virey, don Francisco Velasco, suplia con sus rigores y crueldadeslo que faltaba á su ánimo de verdadero valor y brío. No le amaban los soldados: losciudadanos le aborrecían. Determinóse á hacer alarde de resistencia, y aunque en ladefensa de Monjuicli vio perecer á su enemigo el príncipe de Darmstadt, vio tambiéndesplomarse con grande estrépito la mayor parte de la muralla, á consecuencia dehaberse incendiado el almacén de la pólvora; fuese, como creyeron


Historia de la Villa y Corte de Madrid . asperezas de la montaña, formalizó desde luego el sitio de la ciudad. Era escasala guarnición, y el virey, don Francisco Velasco, suplia con sus rigores y crueldadeslo que faltaba á su ánimo de verdadero valor y brío. No le amaban los soldados: losciudadanos le aborrecían. Determinóse á hacer alarde de resistencia, y aunque en ladefensa de Monjuicli vio perecer á su enemigo el príncipe de Darmstadt, vio tambiéndesplomarse con grande estrépito la mayor parte de la muralla, á consecuencia dehaberse incendiado el almacén de la pólvora; fuese, como creyeron algunos, de in-tento, fuese por casualidad. El 17 de setiembre aconteció esta catástrofe: el 18 y losdias siguientes prosiguió el bombardeo de la población. Huyeron de ella más de diezmil personas; hiciéronsele proposiciones muy ventajosas para que la entregase; á latercera intimación ofreció rendirse; mas creyendo el pueblo que iba á abusar de la HISTORIA DE MVILLAY CORTE DE MADRID, ^H ?? ? ^^^^^^1 ^^H. PRETENDIENTE ALA CORONA DE ESPAÑA EN 1700. SEGUNDA PARTE, CAP. I. 29 generosidad con que se le trataba, se amotinó, y le obligó á abandonarlo todo y fugar-se, protegido por los mismos que tan obstinadamente le habían hostilizado. Perdióse en fin Barcelona el 14 de octubre, y proclamó rey de España al Archi-duque, con el nombre de Carlos III. Como era de temer, cundió la insurrección á otrospuntos, á Tarragona, al Ampurdan, al Valles: Lérida abrió sus puertas á los austría-cos; el llano de Urgel, la ribera del Ebro, la tierra próxima y la lejana á la capital seapartaron de la obediencia de don Felipe. Clérigos y religiosos, nobleza y pueblos,jóvenes y ancianos tomaron las armas en defensa del Archiduque, cegados por la pa-sión, y no inducidos por el amor ni el convencimiento. Cataluña toda era un somatenperpetuo, renovándose hasta con sus menores accidentes la contienda y animosidad deltiempo de Felipe IV, y los enconos y sangrie


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