La Mujer . ca de jarro: —Yo estoy muy recomendada. El señor N. N. (aquíme dió el nombre de una personalidad) y don Z. Z. ¿otrapersonalidad) son mis protectores. Pero tome usted asiento,caballero, tome usted —Desearía me diese usted algunos detalles sobre la edu-cación de estos niños. —Oh, — exclamó con exagerados movimientos, — puedeusted examinarlos. Con alguna cortedad porque, francamente, yo tampocoentendía mucho de esas cosas, hice preguntas rudimen-tarias á las que, sin embargo, ninguno de aquellos por-tentos supo contestar. —No lo extrañe usted, caballero,—me dijo la precep-to
La Mujer . ca de jarro: —Yo estoy muy recomendada. El señor N. N. (aquíme dió el nombre de una personalidad) y don Z. Z. ¿otrapersonalidad) son mis protectores. Pero tome usted asiento,caballero, tome usted —Desearía me diese usted algunos detalles sobre la edu-cación de estos niños. —Oh, — exclamó con exagerados movimientos, — puedeusted examinarlos. Con alguna cortedad porque, francamente, yo tampocoentendía mucho de esas cosas, hice preguntas rudimen-tarias á las que, sin embargo, ninguno de aquellos por-tentos supo contestar. —No lo extrañe usted, caballero,—me dijo la precep-tora,—como no lo conocen están cortados. —¿Y qué ynás saben estos niños? — le pregunté encu-briendo todo lo posible mi ironía. —Oh.—me replicó con cierto orgullo, — cantan admira-blemente el himno Y tomando una regla, subiéndose en una tarima y em-pinándose como una grulla gritó: —¡A vei. niños! ¡El himno! Oid. mortales, el AEOENTINOíl.
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