. Riverita . dad? —Bien, pero V. es otra cosa: yo lo acabo dehacer por casualidad, mientras que V. lo tiene porcostumbre. —¡Mejor que mejor! Yo gozo todos los días tan-to ó más de lo que tú has gozado Siguió desenvolviendo con brío su tesis nuestrofarmacéutico, mientras caminaban hacia la Puertadel Sol. Miguel había concluido por guardar silen-cio, escuchando con placer y curiosidad aquellasperegrinas teorías. Al llegar á la esquina de la callede la Montera, Hojeda volvió en sí de pronto y dijoen el tono afectuoso y humilde que le caracterizaba: 7° ARMANDO PALACIO VALDÉS —¡Buena matraca


. Riverita . dad? —Bien, pero V. es otra cosa: yo lo acabo dehacer por casualidad, mientras que V. lo tiene porcostumbre. —¡Mejor que mejor! Yo gozo todos los días tan-to ó más de lo que tú has gozado Siguió desenvolviendo con brío su tesis nuestrofarmacéutico, mientras caminaban hacia la Puertadel Sol. Miguel había concluido por guardar silen-cio, escuchando con placer y curiosidad aquellasperegrinas teorías. Al llegar á la esquina de la callede la Montera, Hojeda volvió en sí de pronto y dijoen el tono afectuoso y humilde que le caracterizaba: 7° ARMANDO PALACIO VALDÉS —¡Buena matraca te he dado, Miguelito! Perdo-na á este viejo chocho y vete con Dios á descansar>que aquí nos separamos. Miguel se despidió de él apretándole con efusiónla mano. Cuando se hubo apartado seis ú ocho pa-sos, le dijo volviendo á llamarle: —Conste, D. Facundo, que no me ha convenci-do V., y que es V. una gran persona. —¡Un gran egoístal—gritó el boticario aleján-dose. V. UÉ te pasa hoy? ¿Parece que estás triste?—decía la generala cierta noche, toman-do las manos de su amante entre lassuyas. • —Pues no tengo nada (al menos, que yo sepa)—repuso en tono humorístico él. —Sí tal; hay en tu fisonomía cierta expresiónmelancólica; por más que trates de ocultarla conaparente alegría, no lo consigues; en tus ojos haymenos brillo que otras veces; tienes la mirada va-ga y —No; lo que tengo, es la mirada de perdido. —Ríete lo que quieras: tengo un corazón queno se engaña. Tú estás triste, y me lo ocultas. —Si tienes mucho empeño en ello, lo estaré; 72 ARMANDO PALACIO VALDÉS pero sólo por galantería. Por lo demás, nunca heestado más alegre. —Pero la tuya es una alegría notiene no sale del corazó es una más-cara. Yo quisiera, Miguel mío, saber todo lo queacontece en tu espíritu, todo lo que piensas, todolo que No me basta saber los pensamien-tos y los sentim


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