La Mujer . Sub-inspector. Pidióseme que á la brevedad posible pasara un informedetallado y sobre todo severo del estado en que se halla-ban las escuelas de aquella jurisdicción. Prometí hacerlo y plíseme en campaña, decidido á cum-plir los deseos de mis colegas, que era producir vacantespor medio de mi severidad á objeto de ubicar los reco-mendados que cada uno tenía. (. *Me puse en campaña como digo, y mi primera visita fuépara la escuela N» 1 á cargo de la señorita N. N. (No esdiscreto dar aquí los nombres propios.) Me hice anunciar y entré, encontrándome con que laescuela se hallaba en una


La Mujer . Sub-inspector. Pidióseme que á la brevedad posible pasara un informedetallado y sobre todo severo del estado en que se halla-ban las escuelas de aquella jurisdicción. Prometí hacerlo y plíseme en campaña, decidido á cum-plir los deseos de mis colegas, que era producir vacantespor medio de mi severidad á objeto de ubicar los reco-mendados que cada uno tenía. (. *Me puse en campaña como digo, y mi primera visita fuépara la escuela N» 1 á cargo de la señorita N. N. (No esdiscreto dar aquí los nombres propios.) Me hice anunciar y entré, encontrándome con que laescuela se hallaba en una pieza estrecha donde, en bancosno muy numerosos, se encontraba codeándose una cua-rentena de alumnos de ambos sexos. Salióme á recibir una viejecita de espejuelos, arrugadacomo una pasa y limpia como dicen que lo es el armiño. —¿Es usted,— le pregunté, — la directora del estableci-miento? —¿Eh?—me preguntó acercándose á mí mientras losalumnos metían un ruido Y sacando una trompetilla y poniéndosela en el oído,añadió:—Hágame el servicio de repetirme porque soy unpoco sorda. Aplicando mi boca á la trompetilla le repetí la pregunta: —Si, señor,—me contestó,—yo soy la directora de estaescuela que regenteo hace cuarenta años. Ya vé usted,señor, que en órden está todo. No se oye ni el soplode una mosca. (Y los alumnos seguían gritando como siaquello fuera fonda de vascos.) —¿Y cuál es el sistema que tiene usted adoptado? —¿Eh? — Pregunto,—repetí, gritando más que los muchachos,—por el sistema que tiene usted adoptado? —¿Sistema?—me preguntó perpleja.—No sé á qué sis-tema se refiere usted. Hasta ahora yo sigo educandocomo me educaron á mí. La Sociedad me envió, ahoratiempo, una señorita ayudanta que se había educado enel Colegio Normal, según decía; pero no sirviéndome denada ó no comprendiendo, se fué. —¡Ya lo creo! —¿Eh? Me despedí sin tomar mayores informes con tentac


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