La Mujer . ambas orillas del caudaloso Plata!... y en igualdad decondiciones seria preferido yo, el muchacho principiante, Entonces no se conocía el verbo macanear. Tentado por la gloria tuve impulsos de adherirme á laúltima proposición; jiero vinieron á mi memoria los Homa-ros, mendigando en las puertas de los templos, los Cer-vantes, los Camoens, —ílratis!—exclamé yañadí sol)erbio, hacien-do derroche de mí po-quísimo francés apren-dido con Mr. Larroqueen el colegio del Co-mercio: Jamáis de la vie! Hu])o una pausa, comoen los dramas teatra- .,,les. Tocóle al doctor |(Paz sonreírse
La Mujer . ambas orillas del caudaloso Plata!... y en igualdad decondiciones seria preferido yo, el muchacho principiante, Entonces no se conocía el verbo macanear. Tentado por la gloria tuve impulsos de adherirme á laúltima proposición; jiero vinieron á mi memoria los Homa-ros, mendigando en las puertas de los templos, los Cer-vantes, los Camoens, —ílratis!—exclamé yañadí sol)erbio, hacien-do derroche de mí po-quísimo francés apren-dido con Mr. Larroqueen el colegio del Co-mercio: Jamáis de la vie! Hu])o una pausa, comoen los dramas teatra- .,,les. Tocóle al doctor |(Paz sonreírse y obser-vándome, pintada en sufisonomía una espresioncomo quien dice:—Estemuchacho hará carrera,—me dió una palmaditaen el hombro y se retiró á escribir el articulo de fondo. Yo también me retiré repitiendo aquello del don Die-go de La flor de un dia:— Adíos, bella esperanza lisongera!... cuando me encontré enla calle con Francis-co Flaquer, notableperiodista español ena
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