La Mujer . durmiendo, aparéceme amon-tonada, confundida, mezclada, unapoblación semejante á un hormi-g:uero. Veo seres extraños, y nidistingo sus sexos ni comprendosus actitudes. Y con repugnanciame alejo de tal alucinación, para irá buscar en las deliciosas ciudadesjaponesas panoramas más limpios,más claros, más delicados. Empero, algún encanto debe te-ner Pekin el misterioso, cuando loseuropeos que lo han habitado du-rante algún tiempo, suelen al vol-ver á su patria, pensar en él connostalgia verdadera. ¿Qué encantoV Ni aun los quelo han sentido pueden deftnirlo. Unencanto malsano, algo perv


La Mujer . durmiendo, aparéceme amon-tonada, confundida, mezclada, unapoblación semejante á un hormi-g:uero. Veo seres extraños, y nidistingo sus sexos ni comprendosus actitudes. Y con repugnanciame alejo de tal alucinación, para irá buscar en las deliciosas ciudadesjaponesas panoramas más limpios,más claros, más delicados. Empero, algún encanto debe te-ner Pekin el misterioso, cuando loseuropeos que lo han habitado du-rante algún tiempo, suelen al vol-ver á su patria, pensar en él connostalgia verdadera. ¿Qué encantoV Ni aun los quelo han sentido pueden deftnirlo. Unencanto malsano, algo perverso,muy intenso y muy secreto: una especie de atracción análoga á la que producen el tabaco,el alcohol y la morfina en sus adoradores. Ayer, justamente, un coronel irlandés que tomó parteen el asalto dado á Pekin en tiempo de Napoleón III porlas tropas anglofrancesas, me expresaba en términos infla-mados su entusiasmo por la China y su simpatía por ioschinos. PIE DE UNA BELDAD CHINA. Sigue la moda antipáticade llevar el pie oprimido;¡ y esto es lo más difttinguidoen la China aristocrática! —Son los seres más sencillos de la tierra—decí nosotros acampábamos alrededor de las murallas,los mandarines se decidieron á sacar del palacio imperiallos grandes dragones de oro y los colocaron durante la noche sobre las puertas principa-les. Mañana -dijéronse—mañana,al rayar el día, cuando los diabloseuropeos vean nuestros monstruos,,saldrán corriendo llenos de pavor. Nuestra artilleiía los deátruy6sencillamente disparándoles un ca-ñonazo á cada uno. Bueno — dije-ion los mandarines encargados dela defensa—han matado á los dra-gones. Ahora vamos a derrotarlos,empleando el pánico supremo. Yprepararon para la noche mismaunos fuegos- artificiales como nun-ca habíamos visto. Durante treshoras el espacio estuvo lleno devuelos de monstruos de fuego, delluvias de serjiienles luminosas, deconstelaciones (quiméricas, de legio-nes de


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