La Mujer . Buscaron y allÃ-, junto al viejo jergón, vieron los^zapatos del gallego. Antolin levantó uno de ellos, y; â Fraganti delito!--dijo, mostrándole al rector lasuela impregnada de harina. Furioso el rector levantó el instrumento disciplinan-te y lo dejó caer poi rej^etidas veces sobre los robus-tos lomos del dormidofarruco al son de: âInfame! RaterolQue eres tú el que seroba el qiiesoy el dulce. El portero se des-pertó asombrado, supo-niendo al principio quese trataba de una bro-ma pesada; pero comolos disciplinazos esco-cÃ-an lo tomó á las verasy devolvió puñada porzurriagaz


La Mujer . Buscaron y allÃ-, junto al viejo jergón, vieron los^zapatos del gallego. Antolin levantó uno de ellos, y; â Fraganti delito!--dijo, mostrándole al rector lasuela impregnada de harina. Furioso el rector levantó el instrumento disciplinan-te y lo dejó caer poi rej^etidas veces sobre los robus-tos lomos del dormidofarruco al son de: âInfame! RaterolQue eres tú el que seroba el qiiesoy el dulce. El portero se des-pertó asombrado, supo-niendo al principio quese trataba de una bro-ma pesada; pero comolos disciplinazos esco-cÃ-an lo tomó á las verasy devolvió puñada porzurriagazo. âA la calle! ârepetÃ-a AntoiÃ-n. colocado á distan-cia donde no lo alcanzaran los coscorronesi. - Y el gallego se fue á lacalle preguntándose: âE pur qué me echan ála calle? â Bueno serÃ-a, señor,âdÃ--jole después Antolin al rector,âque limpiásemos el refectorio para que no se enteren losdemás. Es un recurso que pue-de valemos para después. âPero, descubierto el la-drón ... â


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