La Mujer . e acreedores esperaba ála puerta. ^0 habia plata. Nadie pagaba hombre mas caballeroCuando no tiene dinero,No lo tiene y no lo paga. Fué un dia de trueno y una noche de vela de sebo: tc-ñimiento de tinta y tirage repintado. Llegué el lunes por la mañana y me encontré que Fla-quer se hallaba encerrado en su cuarto dormitorio, porquevarios empedernidos acreedores que estaban en el patiohablan jurado su estermiuio. Les eché un discurso conciliador; pero solo conseguíque salieran de allí amenazándolos con la policía. Seguro de que aquellos energúmenos se habían marcha-do, Flaquer


La Mujer . e acreedores esperaba ála puerta. ^0 habia plata. Nadie pagaba hombre mas caballeroCuando no tiene dinero,No lo tiene y no lo paga. Fué un dia de trueno y una noche de vela de sebo: tc-ñimiento de tinta y tirage repintado. Llegué el lunes por la mañana y me encontré que Fla-quer se hallaba encerrado en su cuarto dormitorio, porquevarios empedernidos acreedores que estaban en el patiohablan jurado su estermiuio. Les eché un discurso conciliador; pero solo conseguíque salieran de allí amenazándolos con la policía. Seguro de que aquellos energúmenos se habían marcha-do, Flaquer abrió la puerta y con un estoicismo digno demejor suerte me dijo: —Hoy tiene usted que hacer el diario solo, mientras yovov á ver si encuentro Y lo hice, desde el editorial hasta el último de carillas iban á las cajas donde componían miselucubraciones muchachos aprendices. Y del componedorá la galera y de la galera á la forma sin corrección en elplomo, A los pocos días no hubo quien quisiera admitir aquellahoja ni de balde! Cuando hasta los mismos repartidoresprotestaban!... En cuanto á Flaquer, que no habia hallado fondos, tomóla determinación de encerrarse en su cuarto donde no re-cibía á nadie sino á mí. Vino el embargo de la imprenta y enseguida el lanza-miento por lo que el propietario y vo tuvimos que salir deallí. —Joven,—recuerdo que me dijoentonces Flaquer con entona-ción filosóficas,—estos son per-cances del oficio. Pero por ellono vaya usted á desmayar, queCristo para llegar al Calvariolo hizo con una corona de es-pinas. Y apesar de que hasta en-tonces no habia recompensadomi trabajo sino con promesas,tuvo la sublime audacia de pedirme que le prestara unos pe-sos para desayunarse! Rafael BAsaKOA


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