La Mujer . qué desgracia másgrande! La muerte había separado dos se-res que se adoraban! Los conocí cuando estaban de novios xasistí á su casamiento, presagiándoles alver lo mucho que se querían, momentosde eterna dicha! Cuantas veces fui después á visitarloslos encontré en aquella salita, que era unliido de amor. Todo respiraba alegría. Flores que perfumaban el ambiente. Cuadros que representaban dulces poe-mas. Cada uno de aquellos objetos era un re-cuerdo. Cada día que pasaba un idilio encanta-,dor. Los encontraba como cuando novios;las manos enlazadas cariñosamente, mu-dos los labios; pero


La Mujer . qué desgracia másgrande! La muerte había separado dos se-res que se adoraban! Los conocí cuando estaban de novios xasistí á su casamiento, presagiándoles alver lo mucho que se querían, momentosde eterna dicha! Cuantas veces fui después á visitarloslos encontré en aquella salita, que era unliido de amor. Todo respiraba alegría. Flores que perfumaban el ambiente. Cuadros que representaban dulces poe-mas. Cada uno de aquellos objetos era un re-cuerdo. Cada día que pasaba un idilio encanta-,dor. Los encontraba como cuando novios;las manos enlazadas cariñosamente, mu-dos los labios; pero con un mundo de ca-ricias en los ojos. Y los muy distraídos permanecían á ve-ces así en mi Al penetrar en aquella salita sentí con-moverse mi alma. La luz del día había sido reemplazadapor cuatro antorchas funerarias y en ellugar que ocuparan aquellos jarrones,siempre rebozantes de lozanas 3^ frescas,flores, un cajón negro como insondable de la muerte!. Y allí, con las manos cruzadas, frío, rí-gido, inmóvil, el cuerpo de Eudora. . Eu-dora, que ya no volvería á suspirar dedicha, que ya no volvería á enlazar susmanos con las manos de su esposo que-rido!. .. — Amigo mío, — me dijo Frasco. — acu-diendo á mi lado y estrechando febril-mente mis manos,—ahí la muertat Xo le respondí. Sólo los que no sienten ALRLAÍREVISTA « Í.A MUTER tienen palabras en momentos así. Correspondí á su afecto abrazá ¡yo también derramé una lágrima!... Impulsivamente dirigí la mirada á to-dos aquellos recuerdos, testigos mudos enel pasado de tanta felicidad; testigos mu-dos en el presente de tanto dolor! Ellos también estaban tristes, ó me losimaginé tristes en aquel momento. Un llanto de criatura sacóme de aquellamelancólica contemplación. Allí, cerca del ataúd, había una cuna enque no reparé a mi entrada. —Mi hija!—dijo Frasco, y tue á élla. Varias señor<is y señoritas acudieron.


Size: 1286px × 1943px
Photo credit: © The Reading Room / Alamy / Afripics
License: Licensed
Model Released: No

Keywords: ., bookcentury1800, bookdecade1890, booksubjectwomen, bookyear1899