La Mujer . ALBUiM-REVISTA <LA MUJER» Seguían los atronadores ecos del cañón allá en laFortaleza, en el cuartel del Retiro, en mien-tras que en el café de la Victoria, donde se habíapreparado el «fran banquete que los comerciantes dela City daban á las autoridades, rodeaban ya las me-sas más de trescientos ciudadanos, militares, eclesiás-ticos y todo lo más descollante en la selecta sociedadde aquella época. —Lo haré en holocausto al ser más bello de la na-tural za, aunque lo que diga no cuadre á la solemni-dad de este momento. Y después de pensarlo recitó la siguiente décima;«Si


La Mujer . ALBUiM-REVISTA <LA MUJER» Seguían los atronadores ecos del cañón allá en laFortaleza, en el cuartel del Retiro, en mien-tras que en el café de la Victoria, donde se habíapreparado el «fran banquete que los comerciantes dela City daban á las autoridades, rodeaban ya las me-sas más de trescientos ciudadanos, militares, eclesiás-ticos y todo lo más descollante en la selecta sociedadde aquella época. —Lo haré en holocausto al ser más bello de la na-tural za, aunque lo que diga no cuadre á la solemni-dad de este momento. Y después de pensarlo recitó la siguiente décima;«Si al muerto ó al vencedoren nuestra libre querellaun abrazo da una linda,una lágrima una bella;. Allí estaban los Lezica, Pintos. Santa Coloma,Undiano, Torres, Irragamundi, Gazcón, Kíos, Arge-rich, Sar, Riglos, Robertson, Santillán, García deCossio, Rojas, LUisala, Cabrera, Casama3or, Izquier-do, Azcuénaga, Boneo, Aguirre, Ramos, Agüero, Az-cué, Riera, Foguet, Gutiérrez y tantos otros mezclados con las prominencias de la política, de la ciencia,de las armas, de las Allí estaba el gobernador Rodríguez con sus mi-nistros presidiendo aquel acto complementario de lasfestividades patrias. Llegó el momento de los brindis y don BernardinoRivadcivía, en nombre del gobierno, historió á gran-des rasgos la revolución de Mayo. Y no habían aún terminado los aplausos con quefueron recibidas las palabras del hombre de Estado,cuando sonó un eco:—Que hable Várela!—y por todaspartes se repitió; —¡Que h ihle Várela! El autor de Dido, ei que fuera después el quecantara las hazaña^ del almirante Brown, el clásicopoeta argentino, no se hizo de rogar por mucho


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