. Islas Baleares; por Pablo Piferrer y José Ma. Quadrado. tectónica de lo moderno tiende á la imitación de lo pasado, échase demenos aquella esbeltez de bóvedas y agudeza de ojivas de la primitiva nave, des-figurada y acaso destruida por las capillas posteriormente abiertas en sus costa-dos. Del convento de observantes de San Diego , que existió hasta la últimaexclaustración, ni señales quedan; consérvalas, no obstante, de su importancia enel siglo XVI el ruinoso caserÃ-o, y la ciudad fidelisimci se repone de su postración áojos vistas, doblada casi en pocos años su vecindad que


. Islas Baleares; por Pablo Piferrer y José Ma. Quadrado. tectónica de lo moderno tiende á la imitación de lo pasado, échase demenos aquella esbeltez de bóvedas y agudeza de ojivas de la primitiva nave, des-figurada y acaso destruida por las capillas posteriormente abiertas en sus costa-dos. Del convento de observantes de San Diego , que existió hasta la últimaexclaustración, ni señales quedan; consérvalas, no obstante, de su importancia enel siglo XVI el ruinoso caserÃ-o, y la ciudad fidelisimci se repone de su postración áojos vistas, doblada casi en pocos años su vecindad que habÃ-a venido á reducirseá unas mil almas. Aun dada la decadencia en que la encontró Piferrer, habrÃ-aseholgado de ver en el oratorio de Santa Ana, fuera de los muros, un precioso trÃ-p-tico de escultura, representando la EpifanÃ-a en el centro y otros misterios á loslados dentro de nichos de sutil arquerÃ-a ; brindábale á dar un delicioso paseo, cos-teando el istmo y trepando una ladera, la pintoresca situación del santuario de la W< w<: 09. QDU < Q 73 < < SÃ- a 1044 ISLAS RALEARES nombres y las memorias de civilizaciones para siempre pasadas;y como si aquellas sombras espléndidas no consintiesen sucesoren ese campo de soledad, las modernas fundaciones ya no vie-nen á ser sino ruinas melancólicas que señalan el sitio dondeotras fábricas más ilustres se levantaron. Victoria reconstruido en dÃ-as de peligro por los alientos belicosos de fray Anto-nio de Ãvila (p. 384); y le ofreciera desconocidas impresiones al pie de un montehacia la Albufera la famosa cueva de San MartÃ-n, nombrada ya en el siglo xiii en-tre los lugares devotos de la isla, barranco de silvestre vegetación en sus bordes,al cual se baja por desmoronada escalera, donde sobre un suelo tapizado de es-tiércol y bajo las filtraciones del agua de los peñascos, restos de un retablo góticodel santo y otro de San Jorge


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