La Mujer . a, habrán podido le-vantar la cabeza para mirar con devoción áPenadés, para admirar el paisaje de las alturasy para extasiarse en la contemplación de labóveda celeste, siempre llena de novedades ysiempre la misma, sin embargo. ¡A cuantos hogares habrá llevado la paz yla abundancia nuestra señora de Penadés? Y ¡qué fuerza motriz, digámoslo de una vez,la de Don Ramón! Ni el vapor, ni el agua,ni la electricidad, pueden medir sus fuerzascon las de este hombre. Por que esas fuerzas poderosas, ponen enmovimiento la maquinaria bruta, al paso quenuestra señora de Penadés, dá movimiento ála


La Mujer . a, habrán podido le-vantar la cabeza para mirar con devoción áPenadés, para admirar el paisaje de las alturasy para extasiarse en la contemplación de labóveda celeste, siempre llena de novedades ysiempre la misma, sin embargo. ¡A cuantos hogares habrá llevado la paz yla abundancia nuestra señora de Penadés? Y ¡qué fuerza motriz, digámoslo de una vez,la de Don Ramón! Ni el vapor, ni el agua,ni la electricidad, pueden medir sus fuerzascon las de este hombre. Por que esas fuerzas poderosas, ponen enmovimiento la maquinaria bruta, al paso quenuestra señora de Penadés, dá movimiento ála maquinaria de la vida, desarrollando fuerzasproductoras de resultados incalculables. Detallar las curas realizadas, sería el cuentode nunca acabar; pero si todos los enfermoscurados por Don Ramón, alzaran el grito enacción de gracias, ensordecería la humanidadindudablemente. Por eso, yo que contemplo,con asombro lo que pasa,digo á Penadés:—«tu casano es una casa, es un temiólo!». LA MUJER. Album de las Familias CONCURSOS ATLETICOS


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