. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. se hacia elcaballero y díjole en voz baja: —Desconfiad de los traginantes; son enemigos vuestrosdisfrazados. * Sorprendido por estas palabras miróle D. Tomás fija-mente, y entonces el trovador, de modo que nadie másque él pudiese verle, apartó un poco el antifaz que lo cu-bría y le mostró su rostro. —¡Zulima! -exclamó Paredes, lleno de asombro. —¡Silencio!—repuso ella, pues Zulima era, en efecto.—Nada digáis ni aparentéis conocerme. Disimulad y modobuscaré de daros explicación de todo. Y siguió com


. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. se hacia elcaballero y díjole en voz baja: —Desconfiad de los traginantes; son enemigos vuestrosdisfrazados. * Sorprendido por estas palabras miróle D. Tomás fija-mente, y entonces el trovador, de modo que nadie másque él pudiese verle, apartó un poco el antifaz que lo cu-bría y le mostró su rostro. —¡Zulima! -exclamó Paredes, lleno de asombro. —¡Silencio!—repuso ella, pues Zulima era, en efecto.—Nada digáis ni aparentéis conocerme. Disimulad y modobuscaré de daros explicación de todo. Y siguió comiendo tranquilamente. Después de cenar, como en acción de gracias, entonóotra canción, ensalzando el valor de los nobles caballerosque defienden con su espada la virtud y la hermosura. Nadie hubiese podido reconocer en el trovador proven-zal, á la enamorada y vengativa mora. (oo^^¿í¿.^^v!^^ w/í^ ^A^ ^/^ w/f: ^/^ w A ^víiw/i^ -mJ^ w/^ ^/^ TTTTTT T T TTTTTTTTTTTttTT»TTTTTTt>Tt1itTTtm»»»»»»TTTTttttt*TTTtTTTT1 CAPÍTULO LVI Un drama en la yo lograron hablar libremente D. Tomás y la n mora y sólo pudieron quedar en encontrarseá media noche en el corral de la venta paraallí darse las explicaciones debidas. Pasado un rato el ventero cerró las puertas y todos retiráronse á descansar. Los dos Espes, Cabeza de Vaca, Guillen Sánchez, Pa- lencia, Gutierre de Cárdenas y Paredes á sus habitaciones respectivas, que eran todas las del piso alto de la casa; D. Fernando á la cuadra y Zulima al pajar. En cuanto á los traginantes quedáronse en la cocinade la venta, tendidos en los bancos, envueltos en sus man-tas, al amor de la lumbre. El ventero retiróse también á su cuarto y poco despuésreinaba en la venta un silencio absoluto. El pajar donde el falso trovador había de pasar la no-che hallábase situado encima de la cuadra y subíase á élpor una escalerilla de madera que arrancaba en el patio. 394 A. OONTRBRAS Zul


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