Colección de obras completas . RDO LEON libertad de los mares; voy a ver el histórico submarino,a sentir en él la poesía heroica de esas naos chiquitas yvalientes a cuyo frágil periscopio tiemblan y huyen y seesconden los grandes navios, los acorazados giganteos,los Goliats, los Hércules\ los Albiones, MagnificantesyIrresistibles, Implacables, Neptunos, Temerarios e Indó-mitos de la Gran Bretaña. IV A BREMA.—LAS GÁNDARAS DE HANNÓVER. DEL ELBA AL WÉSER.— LA LLEGADA.—EL CONDE DE ZEPPELÍN.—PASEOSBAJO LA LLUVIA.—RINCONES ROMANCESCOS.—LA «RATSKE-LLER» .—LOS VIEJOS LOBOS DEL MAR.—EL «LLOYD».—LASNUEV


Colección de obras completas . RDO LEON libertad de los mares; voy a ver el histórico submarino,a sentir en él la poesía heroica de esas naos chiquitas yvalientes a cuyo frágil periscopio tiemblan y huyen y seesconden los grandes navios, los acorazados giganteos,los Goliats, los Hércules\ los Albiones, MagnificantesyIrresistibles, Implacables, Neptunos, Temerarios e Indó-mitos de la Gran Bretaña. IV A BREMA.—LAS GÁNDARAS DE HANNÓVER. DEL ELBA AL WÉSER.— LA LLEGADA.—EL CONDE DE ZEPPELÍN.—PASEOSBAJO LA LLUVIA.—RINCONES ROMANCESCOS.—LA «RATSKE-LLER» .—LOS VIEJOS LOBOS DEL MAR.—EL «LLOYD».—LASNUEVAS GLORIAS ANSEÁTICAS alemos, ya entrada la noche, en unlargo convoy lleno de viajerosque, con grande júbilo, van arecibir al Dentschland: civilesy militares, diplomáticos, perio-distas y no pocas damas de lavilla imperial. Todas las esta-ciones del camino rebosan de alegre multitud, comoreales de feria en noche de luminarias. Pronto quedanatrás los campos de Brandeburgo, Spandau y su torre. RICARDO LEON del Oro, mucho más rica, pero menos bella, que la fa-mosa torre sevillana; Schonhausen, la cuna del Cancillerde Hierro; la fértil llanura del Elba adormecida en la«sombra. A la media noche cruzamos el río, la gran aortaalemana, y penetramos en los términos de Hannóver,.camino del mar. El mar nos hace olvidar la tierra; el mar es ahoranuestra obsesión. Mecidos blandamente por el suavetraqueteo del tren, como en los camarotes de un navio,miramos las lucecillas remotas que tiemblan sobre lasmárgenes del Elba, semejantes a las luces de un muy tarde nos hurtamos al reposo en vivas y pin-torescas charlas, acompañados por el señor Roediger,un joven y culto agregado de la Auswdrtiges Amty quedirige la expedición de periodistas. Después de un breve sueño, bastante a despejar elánimo y los sentidos, nos amanece en las landas de Lu-neburgo, cerca ya del Wéser. Bajo un cielo lluvioso yhuraño, de grandes nubes plomizas, se


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