. Cuentos hispanoamericanos. Una 15 señora, miedosa como ella sola, echándose de guapa, dijo a laconcurrencia, sin que nadie preguntara : — A mí no me asusta ni el canto del tecolote ni la me muero antes que ustedes, vendré a contarles lo que haypor allá. ¿ Creen ustedes que los muertos vuelven ? j Bien 20 lo quisieran los pobrecitos ! Don Antonio, un sesentón muy cachazudo, nacido y crecidoen las misiones de la Alta California, recogió la observación,diciendo: — Miren ustedes, mialmas; si los muertos vuelven del otro25 mundo o no, yo no sabría decirlo; pero en cuanto a levantarse, c


. Cuentos hispanoamericanos. Una 15 señora, miedosa como ella sola, echándose de guapa, dijo a laconcurrencia, sin que nadie preguntara : — A mí no me asusta ni el canto del tecolote ni la me muero antes que ustedes, vendré a contarles lo que haypor allá. ¿ Creen ustedes que los muertos vuelven ? j Bien 20 lo quisieran los pobrecitos ! Don Antonio, un sesentón muy cachazudo, nacido y crecidoen las misiones de la Alta California, recogió la observación,diciendo: — Miren ustedes, mialmas; si los muertos vuelven del otro25 mundo o no, yo no sabría decirlo; pero en cuanto a levantarse, cuando están de cuerpo presente ... ¡ vaya si se levantan! — ¿ Los ha visto usted, Don Antonio ? — Con estos ojos que me han de comer la tierra. — A ver, cuente usted, — suplicaron todos a una. 30 Don Antonio descruzó la rodilla. Acomodóse bien en labutaca, y colocó la guitarra sobre un mueble cercano. Hizouna gesticulación que parecía querer juntar todos sus recuerdos,y habló de esta manera :. MM nm Un Espanto de Verdad 3 — Yo nunca he salido de California. Aquí, en estas vastassoledades, no se conoció nunca el miedo, mientras no nos lotrajeron de todas partes del mundo los buscadores de , como se robaba y se mataba a tutiplán, el terror yel pánico crecieron tan frondosos como los naranjos. Pero 5todo esto es nuevo, ya lo he dicho, pues los californianos legítimosnunca tuvimos un pello de collones. Sin embargo. . Oiganustedes y créanme por estas que son cruces. Y las formóapoyando los índices sobre los pulgares. El ruedo se estrechó. Cuando hubo cesado el ruido de las 10sillas, al juntarse, prosiguió el viejo: — Hace más, mucho más de cincuenta años, que vivíamosen las inmediaciones de San Bernadino, en un rancho que mipadre había heredado del suyo, y que, por su numeroso ganado,sus sementeras de trigo y su extenso olivar, era codiciado por 15los aventureros que ahondaban continuamente en California,siempre con miras


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