España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia . ³rica con que con-vida, y á la cual, lector, te invitamos: como antes, acompañadoshemos de ir también, y nuestros juicios no han de apartarse unpunto de cuanto de consuno hayan enseñado y puedan enseñarlos únicos fieles depositarios de la representación de los nos señorea la pasión, ni nos domina la indiferencia: que sialguien puede sentir sin vituperio conmovido su ser ante lagrandeza de aquellas gentes cántabras, tan memorables y famo-sas, y arrastrado por el entusiasmo puede también exceder loslÃ-mites de la


España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia . ³rica con que con-vida, y á la cual, lector, te invitamos: como antes, acompañadoshemos de ir también, y nuestros juicios no han de apartarse unpunto de cuanto de consuno hayan enseñado y puedan enseñarlos únicos fieles depositarios de la representación de los nos señorea la pasión, ni nos domina la indiferencia: que sialguien puede sentir sin vituperio conmovido su ser ante lagrandeza de aquellas gentes cántabras, tan memorables y famo-sas, y arrastrado por el entusiasmo puede también exceder loslÃ-mites de la severa exposición histórica,ânadie en cambio, quese llame español, antes que nada, podrá á mayor abundamientocontemplar impávido é insensible el desarrollo de un pueblo tanlleno de méritos y de virtudes, como lo fué el establecido enesta provincia santanderina, manantial, según hemos dicho arri-ba y repetimos, del cual fluyó en los tiempos medios y á raÃ-z dela Reconquista cristiana, la más tarde esplendorosa y fuerte y noapreciada CAPITULO III Edad primitiva mesolÃ-tica.âLa Gruta de Altamira,en Santillana, la de Revilla; otras grutas.âMen-hires de Reinosa.âDolmen del Abra ó de Peña Labra, y piedras oscilantesde la BoarJza.âEl hacha de cobre de Ruiloba. ^TT^ AS condiciones especiales con que el movido suelo de esta^IaI región cantábrica se ofrece, aun supuestos los cambios porel tiempo y los hombres alternativamente impuestos y produci-dos en la misma, seña indudable son del carácter y de la condicióntambién de las gentes que hubieron de habitarla en todas lasedades de la historia. Esteros, marismas y tremedales que, trasla desembocadura del Nerva ó Ibaizabal, hacia el Poniente porla costa que bate el mar se dilataban hasta la otra parte delSella, hacia Villaviciosa, cuyo grande estero señalaba el lÃ-miteoccidental de la Cantabria,âlugares fueron en remotos tiempo


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