. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPITULO XLII Desaparición. ON la esperanza de alcanzar aún al fugi-tivo, Zulima y D. Tomás lanzáronse en supersecución por aquella abertura. Acaso diesen con él antes de que hu-biese abandonado el recinto del rápidamente por una suave rampa y ha-lláronse en una mina, que parecía abierta en las entrañasmismas de la tierra. Como no se habían provisto de luz, caminaban en laobscuridad avanzando muy despacio. La galería subterránea era muy estrecha y de bóvedamuy baja. Tenían que


. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPITULO XLII Desaparición. ON la esperanza de alcanzar aún al fugi-tivo, Zulima y D. Tomás lanzáronse en supersecución por aquella abertura. Acaso diesen con él antes de que hu-biese abandonado el recinto del rápidamente por una suave rampa y ha-lláronse en una mina, que parecía abierta en las entrañasmismas de la tierra. Como no se habían provisto de luz, caminaban en laobscuridad avanzando muy despacio. La galería subterránea era muy estrecha y de bóvedamuy baja. Tenían que andar doblado el cuerpo casi por la pronto chocaron contra un muro de piedra que lescerraba el paso. —O el subterráneo tiene varias galerías y nos hemosextraviado,- dijo la mora,—ó debe haber aquí otro resor-te secreto, cuyo funcionamiento ignoramos. ISABKL L\ 299 —¿Qué hacer? No les quedó otro remedio que retroceder de nuevo alcalabozo. Todas aquellas demoras favorecían la fuga del pri-sionero. Probablemente el fugitivo estaría ya muy lejos. ^0 obstante resolvieron reg


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