Cronica de Enrique IV . rcon majestuoso continente. Cuando todo esto supo el rey D. Fernando,mandó que se le restituyese inmediatamente á supatria; mas como por las perturbaciones de aque-llos días se retrasase el cumplimiento de la orden,nos mandó al doctor Antonio Rodríguez de Lilloy á mí á intimar á Gonzalo de Estúñiga que pu-siese al Rey en libertad. Supo él dilatar el cum-plimiento de la orden, y sólo al cabo de algunosmeses de cautiverio logramos devolver á su pa-tria al infeliz monarca, aunque no pudimos im-pedir que sus hermanos y los otros parientes fue-sen vendidos en Andalucía como


Cronica de Enrique IV . rcon majestuoso continente. Cuando todo esto supo el rey D. Fernando,mandó que se le restituyese inmediatamente á supatria; mas como por las perturbaciones de aque-llos días se retrasase el cumplimiento de la orden,nos mandó al doctor Antonio Rodríguez de Lilloy á mí á intimar á Gonzalo de Estúñiga que pu-siese al Rey en libertad. Supo él dilatar el cum-plimiento de la orden, y sólo al cabo de algunosmeses de cautiverio logramos devolver á su pa-tria al infeliz monarca, aunque no pudimos im-pedir que sus hermanos y los otros parientes fue-sen vendidos en Andalucía como esclavos. Aquel bárbaro conservó en su cautiverio ciertaautoridad regia, y demostró dignidad en el rostro,seriedad en las palabras, prudencia en la con-ducta, fortaleza en la desgracia, y al llegar á sutierra empleó tal astucia para vengarse de sus pér-fidos opresores, que, á pesar de la desconfianzacon que andaban, logró apoderarse de algunos yconservarlos para rescate de otros tantos CAPÍTULO V Pesar de los portugueses por las contrariedadessufridas en la navegación de Guinea.—Expedi-ciones marítimas que, en su consecuencia, prepa-raron.—El Príncipe de Portugal reúne ejércitopara auxiliar á su padre.—Nuevas intrigas delos Grandes castellanos. oloroso fué á los portugueses que los an-daluces interrumpiesen las expedicionesmarítimas por tanto tiempo considera-das como privilegio suyo, y que el enemigo seaprovechase de las ganancias anualmente perci-bidas por ellos como por derecho y costumbrehereditarios. Así Fernán Gómez, que pagaba alrey D. Alfonso cada año cruzados de oro,equivalentes á otros tantos ducados, á cambio dela exclusiva de enviar armada á Guinea y disfru-tar las ganancias de tal comercio, se negó á pagarla pensión mientras no recobrase su privilegio,y ante la probabilidad de que las expedicionesllegasen á ser cada vez más productivas para lospoderosos andaluces. Entonces el príncipe donJuan r


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