La Mujer . í, Félix mío, unaconquista. . —Y no te cansaesa vida? —Me cansa el noencontrar lo quebusco; busco lo quetengo al lado y nolo encuentro. —No te compren-do, — replicó Félixsonriendo: — ¿Acasote has he-cho culto? —Quevoytras el amorde mi almay que si asísigo no loobtendréjamás. —ático. —Pero tú crees, Félix mío, que hé en-contrado quién corresponda á mi delirio? —Sí, tus encantadores versos lo dicen —Quién hace caso de versos? —No seas impío! Déjame repetir tu pre-cioso madrigal: «Dijo el .Amor sentado X las orillasde un arroyuelo puro, manso ) lento:—Silencio, florecilla


La Mujer . í, Félix mío, unaconquista. . —Y no te cansaesa vida? —Me cansa el noencontrar lo quebusco; busco lo quetengo al lado y nolo encuentro. —No te compren-do, — replicó Félixsonriendo: — ¿Acasote has he-cho culto? —Quevoytras el amorde mi almay que si asísigo no loobtendréjamás. —ático. —Pero tú crees, Félix mío, que hé en-contrado quién corresponda á mi delirio? —Sí, tus encantadores versos lo dicen —Quién hace caso de versos? —No seas impío! Déjame repetir tu pre-cioso madrigal: «Dijo el .Amor sentado X las orillasde un arroyuelo puro, manso ) lento:—Silencio, florecillas,no retocéis con el lascivo vienta,que duerme Calatea y si despierta,tened por cosa ciertaque no habéis de ser floresni yo de hoy más Amor si élla me ¡tan dulces flechas de sus ojos tira!» —Lo compuse una noche que tú repo-sabas! Oh, yo veía dormir Á Calatea y meparecía qué vrlaba su sueño, que erasueño. Yo encontré en aquella beldad to-. ALBUM-RKVISTA *LA MUJER» da la dicha que buscaba. Era el términode mi camino; pero dormía y mi inmensoplacer era el placer de un sueño. Oh, larealidad iba á destruir todo lo que yo so-ñaba. — Sij^ues soñando. . — Escucha, Gabriel. Yo era un niñ — Y apenas eres — ...cuando conocí al objeto que adorocon toda mi alma. Por él me hice poetay por él estudiante. —Quién no es poeta amando! Una mu-jer puede hacer de un mandria un héroe;de un ser vulgar un ente interesante. — Lo mismo que un hombre á una mu-jer en todo lo que él quiera. —Y la amas mucho? —Que si la amo?—exclamó el estudiante.—Oh, Gabriel. Si tú llegarasá comprender mi pasión no me lo pregun-tarías. Por el objeto de mi amor darí¡hasta la honra! —Loco! Y élla lo sabe? -No. —Es estraño en tú carácter —Cuando bien se ama, el acero másfuerte, la peña más dura se convierte encera que se derrite á los rayos del amor. —Yo tambié


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