La Mujer . TIEN-TSIN. — Barrio indígena LA MUJERAlbum de las Familias 9 Li-Hun-Chang-, lo que al fin y al cabo no les hace equivo-carse ni más ni menos que los demás jefes de Estado delmundo. En el Gmdois, un antiguo embajador francés acaba deexpresar el encanto de Pekin, diciendo: La ciudad es malsana, es sucia, es triste; el aire quesopla muy á menudo es horrible; el invierno es formida-ble de frío y el verano tiene aliento de horno cierto. Pues bien; á pesar de todo esto, siente unomarcharse de allí y piensa en él como en una ciudadúnica en el mundo. Tal vez el encanto de Pekin


La Mujer . TIEN-TSIN. — Barrio indígena LA MUJERAlbum de las Familias 9 Li-Hun-Chang-, lo que al fin y al cabo no les hace equivo-carse ni más ni menos que los demás jefes de Estado delmundo. En el Gmdois, un antiguo embajador francés acaba deexpresar el encanto de Pekin, diciendo: La ciudad es malsana, es sucia, es triste; el aire quesopla muy á menudo es horrible; el invierno es formida-ble de frío y el verano tiene aliento de horno cierto. Pues bien; á pesar de todo esto, siente unomarcharse de allí y piensa en él como en una ciudadúnica en el mundo. Tal vez el encanto de Pekin no estribe sino en laatracción misteriosa de todo lo que es un peligro. E. GÓMEZ LI-HUNG-CHANG PRIMER DIPLOMÁTICO DEL, CELESTE IMPERIO CEREMONIAS FÚNEBRES DE LOS CHINOS Exceptuando el día del entierro del general Grant,nunca se ha visto en Nueva York tanta concurrenciacomo la que asistió al del doctor Yung-Ehce Yang, mé-dico chino que gozaba de gran popularidad entre suscompatriotas. La ciudad china, como se llama el barrio de Moíf, esta-ba en movimiento. Casi todo el vecindario del Este sehabía echado á las calles ganoso de presenciar el extrañoespectáculo del paganismo oriental que, escoltado por uncuerpo de policía, y al son de doce bandas chinas encompetencia con una americana, se preparaba á marcharpor las calles de esa ciudad cosmopolita. Vestido de azul de la cabeza á los pies y con un aba-nico en el pecho, el cuerpo del médico fundador da laorden masónica oriental descansaba en magnífica urna,cubierta de rica tela negra y colocada en capilla ardientedecorada de blanco y negro, adonde millares de chinosentraban á verle con la más profunda


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