La democracia victoriosa; . e sábadoen la gran urbe americana; los transeúntes dejande tener la prisa febril y la marcha angustiosa yprecipitada de los otros días. Caminaba indiferente a las escenas de la calle,hasta que una voz, suave y enérgica a la vez, medetuvo diciendo: puede Ud. pasar. Lo inusitadodel suceso, me hizo admitir sin escrúpulos la invi-tación y entré. Era una sesión espirita. Un grupo de personas silenciosas rodeaban a lamédium, bella joven rubia, que, vendada, contestabaa las interrogaciones de los asistentes. Yo no soy un creyente; pero todo lo que signi-fica fe me infunde


La democracia victoriosa; . e sábadoen la gran urbe americana; los transeúntes dejande tener la prisa febril y la marcha angustiosa yprecipitada de los otros días. Caminaba indiferente a las escenas de la calle,hasta que una voz, suave y enérgica a la vez, medetuvo diciendo: puede Ud. pasar. Lo inusitadodel suceso, me hizo admitir sin escrúpulos la invi-tación y entré. Era una sesión espirita. Un grupo de personas silenciosas rodeaban a lamédium, bella joven rubia, que, vendada, contestabaa las interrogaciones de los asistentes. Yo no soy un creyente; pero todo lo que signi-fica fe me infunde respeto, y cuando debe intervenirlo extraordinario siento la natural atracción haciaaquello que aún no se precisa y explora. Toméasiento muy cerca de la médium; la sesión comen-zaba. Dante Alighieri había sido invocado, y re- 45 46 LA DEMOCRACIA VICTORIOSA cordaba que en el octavo recinto había espacios noexplorados cuando en la grata compañía de su glo-rioso maestro Virgilio visitó la mansión del dolor,. Emperador y Filósofo en los Antros Infernales donde tantos pecadores sufrían las torturas delcastigo. Ciertamente que ya se flagelaba a cintarazos aunos, mientras se mantenía a otros cabeza abajo y LA DEMOCRACIA VICTORIOSA 47 pies arriba; verdad que ya entonces había funciona-rios ímprobos agitándose en la pez hirviente o reves-tidos de capotes y capuchas de plomo; que algunosse quemaban envueltos en llamas sin consumirse, entanto que otros se pudrían cubiertos de llagas pesti-lentes y con enfermedades eternas; recordaba habervisto el castigo de los gigantes, de aquellos mons-truos que, con ser tan grandes, no pretendieronnunca ser superhombres; allí había saludado aEfialto que se contorsionaba enrollado en cincovueltas de una férrea cadena, pagando su turbu-lencia y también a Nemrod que, temerario, quisollegar al cielo poniendo monte sobre monte. Dante confesaba que no podían imaginarse losprogresos del Infierno; los siglos de estudios uni-vers


Size: 1445px × 1728px
Photo credit: © The Reading Room / Alamy / Afripics
License: Licensed
Model Released: No

Keywords: ., bookcentury1900, bookdecade1910, bookpublishernewyo, bookyear1919