Historias . tió con él en su propia » Sin seguir adelante, alzó los ojos al prin- 96 VÉLEZ DE GUEVARA cipio de la carta y leyó la frase siguiente : «Es-timada prima Leonor)). Todo lo comprendió al punto. Don Félixhabía equivocado los sobres, enviándole a élla carta escrita para doña Leonor y a ésta lasuya. Al darse cuenta del error, la dama trató dearrebatar el pliego que don Diego tenía entrelas manos, pero no lo consiguió. Y el caballero pudo leer y releer aquellasfrases que tantas y tan importantes novedadesllevaban a su cerebro : —Tomad vuestra carta—dijo al fin estruján-dola y arro


Historias . tió con él en su propia » Sin seguir adelante, alzó los ojos al prin- 96 VÉLEZ DE GUEVARA cipio de la carta y leyó la frase siguiente : «Es-timada prima Leonor)). Todo lo comprendió al punto. Don Félixhabía equivocado los sobres, enviándole a élla carta escrita para doña Leonor y a ésta lasuya. Al darse cuenta del error, la dama trató dearrebatar el pliego que don Diego tenía entrelas manos, pero no lo consiguió. Y el caballero pudo leer y releer aquellasfrases que tantas y tan importantes novedadesllevaban a su cerebro : —Tomad vuestra carta—dijo al fin estruján-dola y arrojándosela a la turbada doña Leo-nor—. No la necesito ya. La revelación ha sidotremenda. Ahora sí que sé con certeza quiénes el infame. Ahora sí que podré realizar la an-helada venganza. Bendito error que tanta luztrae a mi pensamiento. Doña Leonor, rogadpor vuestro primo. Se avecina su regreso. ¡ Gra-cias, gracias, Dios mío ! * * * Tenía razón don Diego. Tan próxima esta. J)c nuevo venían victoriosos. EL VALIENTE TOLEDANO 97 ba la vuelta de los héroes, que no transcurriduna semana sin que pisaran el suelo de Ná-poíes. De nuevo venían victoriosos. Pero esta vezel éxito fué de tal magnitud, que Nápoles dis-pensó a los héroes un indescriptible recibi-miento. Clarines y tambores resonaban sin cesar. An-torchas y guirnaldas de flores cubrían el ca-mino. El pueblo en masa agolpábase en tornoa los arcos triunfales. El Virrey aguardaba en su palacio con im-paciencia jamás sentida. De súbito, la griteríaaumentó y los tambores y clarines resonaroncon más fuerza. —¡ Los héroes ! ¡ Los héroes ! Llegaron por fin a presencia del Virrey. Este,emocionado, se dirigió hacia Francisco de Ri-bera, que iba delante, y le estrechó entre susbrazos. Cuando todos los capitanes de l!a escuadraestuvieron ante él, exclamó : —Que nadie se despoje de sus galas ni desus trofeos. Hoy mismo partiréis hacia Espa-ña para recibir la felicitación


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