. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPITULO III Amor correspondido. QTiELLA noche, cuando la ciudad estaba yaen calma y por las obscuras calles notransitaba ya casi persona alguna, unhombre envuelto en una capa llegó y sedetuvo ante la puerta de la casa de Pa-checo. Era gallarda su apostura y arrogante su presencia, ypor debajo de su birrete, galonado de oro y guarnecidopor larga y rizada pluma, sujeta con rico joyel de pedre-ría, escapábase su rubia y rizada cabellera, cuyos abun-dantes y sedosos rizos más de una dama habría envidi


. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPITULO III Amor correspondido. QTiELLA noche, cuando la ciudad estaba yaen calma y por las obscuras calles notransitaba ya casi persona alguna, unhombre envuelto en una capa llegó y sedetuvo ante la puerta de la casa de Pa-checo. Era gallarda su apostura y arrogante su presencia, ypor debajo de su birrete, galonado de oro y guarnecidopor larga y rizada pluma, sujeta con rico joyel de pedre-ría, escapábase su rubia y rizada cabellera, cuyos abun-dantes y sedosos rizos más de una dama habría óse de que en la casa no velaba nadie, puesno se veía ni un rayo de luz por resquicios de puertas yventanas, y murmuró sonriendo: —La ocasión es propicia para dar al viento mis amo-rosas quejas. Haga mi buena suerte que á oídos lleguende la misteriosa beldad que adoro, y sea Morfeo cómplicey protector de Cupido en mi aventura de amor. 446 A. CONTRERAS Así diciendo dio la vueita al edificio y fué á situarsefrente á la fachada trasera del mismo en una estrecha ysolitaria callejuela. Allí sacó u


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