. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPÍTULO LII Tras la deshonra el olvido. uÉ imposible que D. Rodrigo permanecie-se más tiempo junto á Raquel. El mismo David comenzó á encontrarextraña la larga permanencia del caba-llero en su noche, la judía misma dijo á su amante:—Es necesario que nos no deseaba otra cosa, pues sentíase ya hastiado deun amor tan fácilmente conseguido. No obstante supo di-simular y decir: —Si, es necesario que nos separemos; pero esta sepa-ración será para mí la muerte. Acostumbrado ya á goz


. Isabel la Católica; ó, El corazón de una reina, novela histórica; ilustraciones de L. Labarta. CAPÍTULO LII Tras la deshonra el olvido. uÉ imposible que D. Rodrigo permanecie-se más tiempo junto á Raquel. El mismo David comenzó á encontrarextraña la larga permanencia del caba-llero en su noche, la judía misma dijo á su amante:—Es necesario que nos no deseaba otra cosa, pues sentíase ya hastiado deun amor tan fácilmente conseguido. No obstante supo di-simular y decir: —Si, es necesario que nos separemos; pero esta sepa-ración será para mí la muerte. Acostumbrado ya á gozará todas horas el placer de verte, no podré acostumbrarmede nuevo á contemplarte sólo algunos instantes, al ampa-ro de la obscuridad de la noche. —¿Qué remedio?—repuso ella, suspirando.—Lo mismame sucede á mí; pero así lo quiere nuestra mala ándose, agregó: ISABEL í,\ CAIÓLICA 387 —Aunque después de todo, ¿qué importa que nos sepa-remos, si mediante el juramento que nos hemos liechonuestras almas seguirán siempre unidas á despecho de ladistancia? D. Rodrigo sonrió impercept


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